En el momento justo donde un beso va a recorrer tus labios, es donde penetra mi sentimiento hacia ti, de lo más puro, de lo más sincero que sale de mi alma. Al recorrer cada curva que a pesar de las arrugas que se asemejan en los labios, se mojan al tener el contacto a los mios. Esa conexión, esa unión, esa común unión que ocurre que el tiempo simplemente se va, se vuelve eterno. Ese beso de bienvenida que al ver mi mirada a la tuya, asemeja ese te extraño de días sin vernos, en días que sólo fueron letras que asemejan una eternidad.
Con el paso de los minutos, los besos se vuelven cálidos y puros, al igualar esa brisa de mar que nos recorre la piel cuando existe la paz y los te extraño se vuelven un hogar. Pero que en esos minutos de besos se vuelven horas de una miel de amor que irradia e ilumina la mirada perpleja de los días sin ti acompañados de abrazos que penetran el alma, que buscan la paz y la envuelve en amor.
Pero ese beso de despedida, que parece más un calvario, por el simple hecho de no saber de donde guardar más para otra hora, otro minuto u otro segundo que mis labios a los tuyos, que al unirnos, perpleja ese dulce elixir que irradia nuestro amor.
Un beso tuyo me conforta, me conmueve, me llena, me complementa, pues mi piel, mis ojos, mis labios, mi cuerpo, mi alma y mi ser, espera con ansias para amarte en cada segundo que estén pegados a tus labios demostrando un te extraño al tocar los tuyos.